Por Glenio Fonseca Paranagua
Una de las virtudes más raras es
el silencio apropiado. Hay
un viejo dicho latino que dice: Ore
non dicit ineptias, boca cerrada no dice tonterías. Pero,
callar cuando se debe hablar es tan perjudicial como hablar cuando se debe callar.
Por
eso, el silencio en el momento adecuado puede ser el discurso más preciso y poderoso que alguien
puede pronunciar.
Jesús se quedó en silencio cuando Pilato le preguntó sobre lo que era la verdad. El se quedó en silencio y su silencio expresaba su encarnación de Verbo. Era un silencio Verbal.
El silencio puede ser un gran
mensaje. No
decir nada generalmente revela un buen dominio de la lengua y, muchas veces, una
excelente comunicación. Hablar, sólo es
bueno, cuando el silencio no es lo mejor. Un
descanso en la partitura o un discurso revela un momento armonico en el
concierto que conserta la cacofonía de los pensamientos estridentes.
El proverbio chino expone: la palabra es de plata, el silencio es de oro. Así que, hay dos ciencias que las personas deben aprender: la ciencia de las palabras y la más difícil, la ciencia del silencio. Debo confesar que tuve dificultades con las dos. Muchas y muchas veces yo hablo cuando debería callar y otras tantas callo, cuando debería hablar.
Pero también hay una variedad de
silencios indigeribles. El
sabio Thomas Watson subrayó: se puede cometer una injusticia contra otra
persona, ya sea a través del silencio como de la calumnia. La
omisión cobarde o la acusación falsa son agresiones hirientes.
En cierta ocasión, escuché un
silencio ruidoso que traducia la cobardía del interlocutor. En
la hora que debería hablar, se callo como un poste, postandose, de allí hacia
adelante, con una pose de payaso despedido del circo. ¿Que gracia tiene un payaso sin
la audiencia? El
silencio del fóbico indeciso fusila las entrañas de quien necesita de ayuda.
Lo que me preocupa, dijo Martin
Luther King, no es ni el grito de los corruptos, de los violentos, de los pícaros,
de los sin carácter, de los sin ética ... Lo que me preocupa es el silencio de
los buenos. Ellos
hasta pueden ser “buenos”, pero son cobardes. Entonces,
en este caso, son malos y no tienen parte en el reino de Dios, como dice el libro
de Apocalipsis.
El silencio de los omisos no
merece comentarios. No
debemos insistir en este comportamiento mezquino, sino subrayar el silencio
valiente de no responder al insulto, de no tratar de defenderse cuando se está resguardado
bajo la justicia de Cristo y de callar delante del trono de Dios, para oir la
voz del Altisimo, en silencio.
El espíritu de la cruz, según el
escritor Inglés C.H. Spurgeon, la belleza serena y silenciosa de una vida santa
es la influencia más poderosa del mundo, después del poder del Espíritu de
Dios. El
silencio del alma es el poder que grita sin la diatriba y sin zumbido.
Mendigos, vean: En Dios solamente esta en silencio mi alma; De él viene mi salvación. Salmos 62.1.
Del viejo mendigo del valle estrecho.