Un amigo, experto cazador, me advirtió sobre la actitud
de aquellos que salen por ahí, con su perro unido a una correa. ¿Cuál es el
significado de una pareja que anda atada?. Estaba dispuesto a mostrar la
conducta de un perro que sigue al dueño amarrado a una correa, mientras otro
pasea sin correa, manejado por el cariño de su amo.
En esa misma semana, otro amigo andaba en su vecindario y
vio a alguien que paseaba con su perro sin correa. Quedó impresionado por la
postura del animal bien adiestrado. Todas las veces que llegaban a un lugar
peligroso donde había riesgo de ser atropellado, el dueño se detenía y decía,
¡para!. Entonces, el perro paraba. Poco después, los dos cruzaban juntos. Fue
un paseo en que la obediencia venia de la amistad.
Mi amigo se acercó para verlos algún tiempo y vio que el perro era obediente y seguía a su dueño no porque estuviese encolerizado, sino porque lo respetaba. Había sido entrenado para considerar la importancia de esa “cordialidad”.
En el caso del perro era un condicionamiento.
El animal fue entrenado para obedecer, pero la pregunta que quiero plantear
ahora es: – ¿cómo un ser humano consigue caminar con Dios, de modo voluntario,
sin una correa para controlarlo? ¿Cómo puede seguirlo libremente?
La religión siempre conduce a los sujetos con
amenazas o intereses vinculados. He observado que las personas por lo general,
en las iglesias, solo obedecen porque son de alguna manera coaccionados por
puniciones, castigos o ventajas que puedan obtener. El infierno y el cielo han
servido para condicionar el desempeño de un grupo enorme de autónomos.
La obediencia cristiana no es esclavitud a un
legalismo dominador, ni incluso un instante de subordinación por el miedo o
interés, sino sumisión voluntaria a la voluntad divina movida por el amor y la
alegría. Obediencia sin placer, en el fondo, es esclavitud.
La verdadera obediencia es libre y festiva. No hay
obligación ni contrariedad. Algún rebelde pregunto a un cristiano feliz, ¿por
qué usted va siempre a la iglesia? El quería justificarse defendiendo su
libertad de no asistir a las reuniones de su grey, entonces hizo una tensión. A
lo que el cristiano respondió sabiamente: “Para los santos que están en la tierra, Y para los íntegros, es
toda mi complacencia”. Salmo 16: 3.
Aquello que se hace de gusto, no trae disgusto. David entendió lo que significa la obediencia libre y
voluntaria: “El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, Y tu ley está en
medio de mi corazón”. Salmo 40: 8. Matthew Henry también entendió esto
cuando dijo: “Cuando la ley de Dios está
escrita en nuestros corazones, nuestro deber es nuestro placer”.
Hermanos, ser obedientes con una pistola en la cabeza es terrorismo y,
obediencia sin alegría es tiranía. El espíritu de la cruz nos liberta, de tal
modo, que nuestra obediencia es sin correa y por puro placer.
Glenio Fonseca Paranagua es Pastor en la PIB Londrina, referencias aqui.