Tengo algunos objetivos en esta breve reflexión bíblica-teológica:
- Dar a conocer la esencia del mensaje del Evangelio con claridad y precisión a las personas para que tengan una comprensión bíblica Cristocéntrica (centrada en la persona y obra de Cristo)
- Reflexionar sobre situaciones concretas (de la vida cotidiana) en las que podemos percibir claramente que la Palabra de Dios es real, en las dificultades o traumas personales, en la vida familiar, en la vida escolar o en otras situaciones que podemos mencionar. Cuando hablamos del Evangelio de Cristo, contenida en las Escrituras, es siempre interesante una actitud de diálogo interpersonal (ojo a ojo) sobre como el texto bíblico está presente (o no) en nuestras vidas ...
La
esencia del Evangelio de Cristo está presente en todos los textos conservados
bíblicamente, y el texto de Apocalipsis no es una excepción a este principio
hermenéutico. Apocalipsis es un libro que habla de la victoria del Cordero de
Dios (Cristo) y de la inclusión de su pueblo como participantes y celebrantes
de esta victoria. El propósito de este libro es revelar y transmitir un mensaje
de confort y consuelo a la Iglesia Cristiana, basados en la victoria conquistada
por la persona y obra de Cristo. Apocalipsis es la revelación de la
victoria dada y de la esperanza inoculada en aquellos que fueron convencidos
por el Espiritu cuanto la obra del Cordero de Dios (Juan 1:29).
El tema
teológico central del libro se basa en la victoria de Cristo sobre el
sistema del anti-cristo y sus fuerzas operantes en este mundo. Los
primeros cristianos vivían en medio de las desesperanzas y los sufrimientos
causados por la persecución orquestada por el sistema mundial contrario a la
Obra del Cordero. La muerte de los cristianos era precioso a los ojos de Dios y
su victoria estaba garantizada por los méritos de Cristo (Apocalipsis 15: 2-3).
El mensaje en el Apocalipsis nos insta a decir con nuestros hermanos moravos en 1727: “Vincit Agnus Noster. Eum Sequamur” (Nuestro Cordero vencio. Vamos a seguirle). Muchas personas encuentran que el Apocalipsis es un libro muy enigmático y difícil de entender correctamente. Esto no es verdad. Es un tipo de literatura muy conocida en la antigüedad y fue escrito utilizando muchas figuras del lenguaje en el contexto de la época (constante persecución a los que pertenecía a la verdad) y por ser un lenguaje de fácil comunicación y entendimiento para la iglesia de Cristo.
Los capítulos 4 y 5 de la Revelación
profética del Apocalipsis describen el grandioso escenario de la “adoracion universal
al Cordero Exaltado” Es la visión del Trono que gobierna el Universo a través
de Su Rey Eterno. Es para que la Iglesia de Cristo se postre y contemple en adoracion
a aquel que es el Rey de Reyes. Estos capítulos contienen la preciosa enseñanza
de que el control de la historia universal está en las manos del Cordero que
está sentado en el trono.
Cada vez, que en la historia la
Iglesia es fiel a su vocación y da testimonio de la Verdad, las tribulaciones
vendrán con toda seguridad. La Iglesia está en el mundo y sufre con él. A los hijos de Dios no se promete una escapatoria de los
sufrimientos humanos (horrores de la
guerra, hambre y pestilencia). Sin embargo, a ellos se garantiza una “esperanza
viva” que está por encima de las circunstancias terrenales. La Iglesia necesita de las tribulaciones para experimentar
el antagonismo de este mundo y su lugar, identificada
con los sufrimientos del Cordero.
Apocalipsis
4 y 5 dan la unidad teológica a todo el libro. Enseñan que el centro del universo es el
trono del Cordero. La revelación bíblica es totalmente Teocentrica (centrada en la Trinidad: Padre, Hijo y
Espíritu). El Apocalipsis es el “apice”
y el “capitulo final” de toda la
revelación Teocentrica. La única y mente o voluntad que comanda el Universo es la
divina. Por tanto, delante de tal revelación, toda la Creación y Criaturas
humanas solo tienen una reacción posible: La Adoración al Cordero que está
sentado en el trono. La seguridad de la Iglesia de Cristo descansa sobre la
victoria del Cordero. Por este hecho, “la Iglesia de Cristo ya nació crucificada”
(Jurgen Moltmann).
En Aquel que es la Palabra y Verdad.