Glenio Fonseca Paranagua
Jesús dijo: Vosotros sois la luz del mundo.
Él no dijo: tu eres la luz del mundo. Su discurso es colectivo. No se trata
de una simple vela, sino de un candelabro. La única luz es Cristo, y nosotros
somos las velas del candelabro. Todo indica que esta propuesta es la naturaleza
de la comunidad y jamás de un vuelo en solitario. De hecho, no hay una candelero con
una vela solitaria.
Tu y yo no tenemos luz propia;
somos como los planetas que reflejan la luz del sol. La luminosidad en el
cristianismo es Cristo y cuando alumbramos, es simplemente, porque fuimos iluminados.
Cada uno tiene su brillo de acuerdo con la luz de Cristo en sí mismo. Nadie
brilla más que la proyección de Cristo en su vida.
Apagar la vela de otro no hace la
nuestra brillar más. Es simplemente ridículo. Su
luz es el reflejo de Cristo en usted, y nada más. Cada uno, en el
candelabro, tiene la proporción de su intensidad conforme a la manifestación de
Cristo. Una vela tiene su brillo; dos tienen el doble; tres se hace más fuerte,
pero apagar la vela del otro no hace la mia brillar más.
Es triste ver vientos canalizados
en los candelabros. Unos soplan de aquí para alla y otros de alla para aqui,
todos queriendo ver la llama de luz que nos incomoda, apagarse.
No puedo admitir que la luciérnaga brille más que yo, dijo la oruga
fluorescente.
Los hermanos de José lo vendieron por envidia. El apóstol
Pablo fue perseguido por envidia.
Ese es un sentimiento cruel y un
taladro voraz en la madera del alma, carcomiendo el ser, por dentro y
deformando por fuera. El escritor y predicador chino Watchman Nee dijo: envidiar el llamado de otra persona puede
destruir su propio llamado. Es algo fuera de lugar cultivar garrapatas en el
jardín, pero es mucho más escandaloso alimentar la envidia.
Antonio Salieri fue un gran
músico y uno de los maestros de piano del inigualable Mozart. Él no soporto el
virtuosismo del alumno y la envidia lo abatió. Se convirtió en una víctima de su amargura crónica,
perdiéndose en la crítica amarga, ya que la historia lo describe de un modo
irónico, solo como “el envidioso”. El pedestal de la altivez lo quito del
candelero.
Ya dijeron que la envidia produce
el barro que el fracaso lanza contra el éxito, pero el barro lodoso que fue
lanzado es solo pérdida de tierra de aquel que la tiro. Es triste la biografía
de los envidiosos. Thomas Brooks afirmaba: la
envidia tortura los afectos, incomoda la mente, inflama la sangre, corrompe el
corazón, devasta el espíritu; y, asi, se convierte al mismo tiempo, torturador
y verdugo del hombre. Es triste leer
la biografía de los envidiosos.
La iglesia es una candelabro, jamas
la hoguera de las vanidades. Es un candelero con muchas velas iluminando todas al
mismo tiempo, sin la competencia o comparación. Es una comunidad de estímulo y
aliento, donde el envidioso no tienen opcion, pues el espíritu de la cruz va destronando cualquier deseo de singularidad.
Mendigos, no hay lugar para la envidia en este camino de la mendicidad de la gracia.
Del viejo mendigo del valle
estrecho,
Glenio Fonseca Paranagua es Pastor de la PIB Londrina mas referencias aqui.