20 de julio de 2015

LA LUZ QUE ENVIDIA LAS LUCES


Glenio Fonseca Paranagua 

Jesús dijo: Vosotros sois la luz del mundo. Él no dijo: tu eres la luz del mundo. Su discurso es colectivo. No se trata de una simple vela, sino de un candelabro. La única luz es Cristo, y nosotros somos las velas del candelabro. Todo indica que esta propuesta es la naturaleza de la comunidad y jamás de un vuelo en solitario. De hecho, no hay una candelero con una vela solitaria.

Tu y yo no tenemos luz propia; somos como los planetas que reflejan la luz del sol. La luminosidad en el cristianismo es Cristo y cuando alumbramos, es simplemente, porque fuimos iluminados. Cada uno tiene su brillo de acuerdo con la luz de Cristo en sí mismo. Nadie brilla más que la proyección de Cristo en su vida.

Apagar la vela de otro no hace la nuestra brillar más. Es simplemente ridículo. Su luz es el reflejo de Cristo en usted, y nada más. Cada uno, en el candelabro, tiene la proporción de su intensidad conforme a la manifestación de Cristo. Una vela tiene su brillo; dos tienen el doble; tres se hace más fuerte, pero apagar la vela del otro no hace la mia brillar más. 

Es triste ver vientos canalizados en los candelabros. Unos soplan de aquí para alla y otros de alla para aqui, todos queriendo ver la llama de luz que nos incomoda, apagarse.


No puedo admitir que la luciérnaga brille más que yo, dijo la oruga fluorescente.

Los hermanos de José lo vendieron por envidia. El apóstol Pablo fue perseguido por envidia. 

Ese es un sentimiento cruel y un taladro voraz en la madera del alma, carcomiendo el ser, por dentro y deformando por fuera. El escritor y predicador chino Watchman Nee dijo: envidiar el llamado de otra persona puede destruir su propio llamado. Es algo fuera de lugar cultivar garrapatas en el jardín, pero es mucho más escandaloso alimentar la envidia.

Antonio Salieri fue un gran músico y uno de los maestros de piano del inigualable Mozart. Él no soporto el virtuosismo del alumno y la envidia lo abatió. Se convirtió en una víctima de su amargura crónica, perdiéndose en la crítica amarga, ya que la historia lo describe de un modo irónico, solo como “el envidioso”. El pedestal de la altivez lo quito del candelero.

Ya dijeron que la envidia produce el barro que el fracaso lanza contra el éxito, pero el barro lodoso que fue lanzado es solo pérdida de tierra de aquel que la tiro. Es triste la biografía de los envidiosos. Thomas Brooks afirmaba: la envidia tortura los afectos, incomoda la mente, inflama la sangre, corrompe el corazón, devasta el espíritu; y, asi, se convierte al mismo tiempo, torturador y verdugo del hombre. Es triste leer la biografía de los envidiosos.
 
La iglesia es una candelabro, jamas la hoguera de las vanidades. Es un candelero con muchas velas iluminando todas al mismo tiempo, sin la competencia o comparación. Es una comunidad de estímulo y aliento, donde el envidioso no tienen opcion, pues el espíritu de la cruz va destronando cualquier deseo de singularidad. Mendigos, no hay lugar para la envidia en este camino de la mendicidad de la gracia.

Del viejo mendigo del valle estrecho, 
Glenio Fonseca Paranagua es Pastor de la PIB Londrina mas referencias aqui.