7 de abril de 2015

CRISTIANISMO DENOREX. ¡PARECE PERO NO ES!


Por: Alexandre Chaves
25/05/2014
Y cierto hombre llamado Simón, hacía tiempo que estaba ejerciendo la magia en la ciudad y asombrando a la gente de Samaria, pretendiendo ser un gran personaje; y todos, desde el menor hasta el mayor, le prestaban atención, diciendo: Este es el que se llama el Gran Poder de Dios. Hechos 8:9-10

Si fuera posible, en la línea del tiempo, acercar momentos históricos distantes entre sí, ¿Cuantas actividades y realidades que hoy para nosotros no pasan de banalidades, en otras épocas causarían espanto y admiración? ¿Cuántas cosas que hoy son comunes podrían, en tiempos pasados, ser consideradas imposibles y admitidas tan solamente como milagros realizados por un ser divino o, por alguien muy próximo a la divinidad?

¿Cuánta perplejidad causaría en el primer siglo una simple lámpara eléctrica o incluso un encendedor, que hoy es comprado en cualquier tienda de barrio, escupiendo fuego y sosteniendo su llama, sin que haya nada visible para consumir y alimentarlo? Tales cosas podrían recordar a la zarza ardiente de la visión de Moisés, que mantenía el fuego sin consumirse.

Volviendo un poco más en el tiempo, ¿Cuánto asombro causaría Salomón a sus visitantes si, en su palacio, existiera un horno de microondas capaz de calentar, cocinar y hasta cocer los alimentos, sin que para esto fuera necesario el fuego? Salomón seria divinizado, con certeza. ¡Milagro, dirían todos!.


Como ciudadanos del siglo veintiuno, comparándonos con los pueblos que vivían en el primer siglo, constatamos que ciertas cosas que para ellos causaban espanto, siendo admitidas sólo por la imaginación o como acciones de Dios, hoy forman parte de nuestro cotidiano vivir. Después de siglos, lo que para ellos eran fenómenos inexplicables, para nosotros, no pasan de banalidades que cualquier niño razonablemente instruido, sabe explicar la lógica y su mecanismo de funcionamiento.

¿Qué puede explicar todas esas diferencias? La respuesta está en el árbol del conocimiento del bien y del mal, en el conocimiento y en el saber humano. Aquello que no se podía explicar y ni realizar, tomando en cuenta la falta de conocimiento; hoy, a partir del conocimiento acumulado por la ciencia es perfectamente posible controlar y manipular. Nada de errado con el conocimiento o con el saber, si esto es fruto de la vida de Cristo, En quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. Colosenses 2:3.

El problema es cuando el conocimiento y el saber resultan de la búsqueda humana por ser Dios. Envuelto en buenas intenciones, el hombre esconde el deseo real que está por detrás de su búsqueda, o sea, servir como vía para usurpar el lugar de Dios. El género humano caído sigue la insinuación de muerte propuesta por la serpiente en el Edén, de usurpar el lugar de Dios, a través del conocimiento. Pues Dios sabe que el día que de él comáis, serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, CONOCIENDO el bien y el mal. Génesis 3:5.

Lo increíble es percibir que muchos de aquellos que deberían ser testigos de Dios a los hombres, avisándoles del peligro que se encuentra en esta insinuación, y de las implicancias que están por detrás de esta actitud, hoy, conscientemente o inconscientemente, son en verdad, agentes de la serpiente, perpetuadores de la tentación que dice: “¡Sea como Dios! ¡usurpe su lugar! Para tanto, basta saber”.

Para muchos cristianos, actualmente, ha sido enseñado que la vida cristiana, o la vida eterna, es una cuestión de conocimiento y no de revelación. Los “maestros” que enseñan tales cosas son aquellos que cierran el reino de Dios a cualquier persona sin un título detrás o posesiones. Los candidatos tienen que saber por lo menos un poco de cuadrado semiótico, pues, sin el MBI (PhD) de la religión, jamás podrán ser plenos. Insinúan con esto, que la causa de sus vidas fracasadas está en el hecho de no saber el bien y ni el mal, lo correcto y lo errado, y no en su incredulidad en la palabra de Dios.

Esto no es nuevo, ya en los tiempos de Jesús este pensamiento prevalecía. Los religiosos eruditos acostumbraban rechazar a las personas menos instruidas, llamándolas de plebe maldita. Por eso, cuando el invidente de nacimiento expuso aquello que había vivido, cosas que él no conseguía explicar, pero podía testificar diciendo: “Yo era ciego ahora veo”, lo injuriaban.

Delante del testimonio del ciego, el saber sólo sirvió para una cosa: envaneció aún más los sabios religiosos del sanedrín. La respuesta de ellos es llena de soberbia y desprecio, delante del testimonio de la vida. Tú naciste enteramente en pecados, ¿y tú nos enseñas a nosotros? Y lo echaron fuera. Juan 9:34.

Como es difícil para la religión creer en la respuesta simple, que tiene como suelo la Roca que es la palabra de Dios. Parece que todo tiene que tener una explicación, que en el fondo, servirá para el control del hombre sobre el proceso y su comercio, además, de promover la exaltación humana y, al mismo tiempo, negar a Dios. Esto es la evidencia de un espíritu humanista, que quiere hacer del hombre el centro, que pretende hacer del hombre un dios.

Delante de una explicación simple como: “Yo era chueco ahora soy recto”, sostenida simplemente en la gracia de Dios y en la fe, o sea, por el milagro de la vida de Dios actuando en alguien – algo que no tiene explicación y que sólo puede ser recibido por fe – la religión humanista manifiesta desprecio.
La religión expulsa a los que osan decir: “mi vida cambió porque yo fui blanco de la bondad y de la gracia divina”. Es mal visto, todo aquel que atribuye a Dios y solamente a Dios, el milagro de una vida que da testimonio de Dios, por el simple hecho que está implícito en este testimonio: “sólo a Dios gloria”.

Para el ser humano caído, que no experimentó la obra del nuevo nacimiento, es inadmisible el hecho de no tener gloria ninguna en sí mismo. Mirar para alguien que no merecía y ni sabía cómo obtener el favor divino, y verlo testificando de Dios como un milagro irrefutable es algo que el hombre natural repudia. Pues, para admitir tal cosa tendría que abrir mano de sí mismo y reconocer la verdad de Dios que dice: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a dios; todos se han desviado, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Romanos 3:10-12.

Una vez más quiero reiterar que el problema no está en el saber, y sí en hacer del saber un medio para la plenitud: “Cristo es todo en todos”. La Biblia nos enseña que: Porque toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en El, y habéis sido hechos completos en El, que es la cabeza sobre todo poder y autoridad; Colosenses 2:9-10. Cuando actuamos así, intentamos hacer del conocimiento un medio capaz de proporcionar al hombre, el poder de determinar los rumbos de la vida y, así, negando a Cristo.

Esta mentalidad lleva en cuenta que un ladrón puede dejar de robar, por el simple hecho de haber hecho un curso en el cual aprendió las cosas maliciosas del acto de robar y sobre los daños que eso causa a su reputación. El problema no es de conocimiento y ni la falta de él, pero sí, la codicia y la avaricia, propias del viejo hombre, que sólo la cruz pone fin.

En este espíritu, e inspirado por el Espíritu, Pablo también nos dejó escrito en la carta a los Gálatas que el saber religioso de las prácticas correctas, representado por la circuncisión, y ni la ausencia de esta, representado por la incircuncisión, tiene valor alguno. Lo importante es la experiencia de fe de estar unido a Cristo y, las implicancias de este hecho, que culmina en el nuevo ser, como está escrito: Porque ni la circuncisión es nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación. Gálatas 6:15.

Esta palabra viene en el transcurso del enunciado expuesto por Pablo en el versículo anterior, el cual, expresa cual debe ser la relación del creyente, por fe, con toda esta estructura mundana que quiere hacer del hombre uno ser independiente y autosuficiente, teniendo como alimento principal en su dieta anticristo: los frutos del árbol del conocimiento del bien y del mal, cuando escribe: Pero jamás acontezca que yo me gloríe, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo ha sido crucificado para mí y yo para el mundo. Gálatas 6:14.

¿Cuánta diferencia entre aquello que sólo Dios podría hacer, y que hoy cualquier niño puede? ¿Como el simple pasaje del tiempo, puede transformar un milagro en banalidad? Hoy, para el mundo como sistema, y para el hombre degradado por el pecado y gobernado por el egoísmo y que no se contenta con nada menos que el trono de Dios, para este hombre, Dios fue infantilizado. Para él, Dios no pasa de un niño delante de sus soberbias pretensiones.

Hoy, sin darnos cuenta, así es como muchos actúan en la vida cristiana. Buscando un conocimiento para imitar la obra de Dios en sus vidas, teniendo como origen la capacidad y la sabiduría humana, como hicieron Janes y Jambres delante de Moisés, o como pensó poder hacer Simón, delante de Pedro y Juan. Actuando así, no sólo promueven la farsa como también impiden a las personas de experimentar el milagro del don de Dios siendo, inexplicablemente, manifestado en sus vidas por la acción sobrenatural de Dios.

El hombre puede imitar la práctica Cristiana, pero, vida de Cristo, sólo Cristo puede manifestar. Y esto sólo acontece de modo sobrenatural cuando, por la fe, yo entiendo que de hecho, estoy muerto, y llevo esto en todo tiempo y en todo lugar, de modo que no viva más yo, sino Cristo viva en mí. Llevando siempre en el cuerpo por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo. 2 Corintios 4:10.

Que Dios nos libre de confiar en la carne, aunque: Los que desean agradar en la carne tratan de obligaros a que os circuncidéis, simplemente para no ser perseguidos a causa de la cruz de Cristo. Gálatas 6:12. Que esto esté lejos de nosotros, y que nuestra gloria esté en la cruz de Cristo.

Alexandre Chaves, es pastor de la PIB Londrina. PIBLONDRINA