Golpe al Hígado |
Si yo tuviera el espíritu de la
cruz, en verdad, yo predicaria la verdad de Dios, en amor: me dijo un creyente,
cuando escuchó a un predicador predicando el mensaje correcto y santo del
Evangelio, pero con un estilo agresivo y un aire de arrogancia. ¿Sería pura
ironía?
Fue un puñetazo en el hígado.
Tuve que examinarme y ver que muchas veces, yo predico con dureza, sin misericordia
o sin una actitud de humildad. Aunque la verdad deba ser proclamada con énfasis,
jamas debe ser dicha con torpeza.
Para él, una predicación
correcta, anunciada con la altivez de espíritu, es tan malo, como una
predicación incorrecta afirmado con un estilo adecuado. Tanto el adulador, que
quiere tomar ventaja personal, como la grosera mentalidad que quiere pasar
como defensor del credo, corren el mismo
riesgo de llegar a ser inadecuados en su proclamación.
La verdad es la verdad en todas
las condiciones. Mi énfasis, por mas viril que sea no la hace más verdadera de lo que ya es. Sin embargo, si no soy coherente con la manera correcta de anunciarla, puedo generar una dificultad en la comprensión.
No hay necesidad de encender el sol, ni del predicador tratar de defender la verdad. Ella simplemente se basta y basta proclamarla con la propiedad del mensajero. Creo que mi mayor necesidad es conocer la Verdad y despues es saber anunciarla. La verdad necesita ser dicha por quien de derecho, a quien de derecho y de la forma correcta.
La Biblia es la verdad de alfa a
omega, y se proclama de cabo a rabo. Todo el consejo de Dios es verdadero
y necesita ser anunciado, sin la omisión de cualquier parte que parezca contradecir
lo que yo no se explicar. Si no consigo definir lo que es la soberanía de Dios,
no debería suprimirla y solaparla a causa de mi limitación.
Los hombres, para que sean
verdaderamente ganados, necesitan ser ganados por la verdad, decía C.H.
Spurgeon, ellos necesitan ser ganados por la verdad, la verdad toda y la elegancia de la verdadera elocuencia con cortesia, elegancia y sabiduría.
En el espíritu de la cruz, la verdad se distingue como la demostración de
la gracia y no como la exhibicion de la fuerza argumentativa. Si hay apologética –
que sea: apolínea, distinta, sabia. Quien cree en la verdad no necesita probarla
como verdad o defenderla, ya que es la misma verdad que se aprueba y nos
defiende. Ella es suficiente.
Como bien dijo el apóstol Pablo, nada
podemos contra la verdad, sino en favor de la verdad. Si alguien no cree, en
la verdad, no es aquel que la proclama quien tiene la obligación de convencer
al incrédulo, sino el propio Espíritu de
la verdad.
Mendigos, somos predicadores de la gracia y de la verdad, que tienen gracia
en su declaración y convicción elegante en su postura. No fuimos llamados a
convencer a los escépticos, sino a proclamar la verdad del evangelio.
Del viejo mendigo del valle estrecho.
Glenio.
Glenio Fonseca Paranagua es pastor de la Primera Iglesia Bautista de Londrina, mas información aqui.